09 mayo 2007

PRESENTE, PROFESOR

El abrigo es indispensable. Bufandas, pulóveres y buzos se pueden ver en cada uno de los cuerpos que se encuentran esta noche en el lugar. En la estación de Haedo hace frío. Por el andén caminan dos personas hacia el fondo, donde, según los expertos en viajes, es menor el tumulto de la gente que sube a cada vagón.
Juan Carlos Sobrecasas y Gonzalo Pupatto, dos ex alumnos del profesor y jugador de básquet Sebastián Pardal, se dirigen rumbo a la cancha de Ferrocarril Oeste en Caballito. Hacia allí concurren debido al partido que Pedro Echagüe, equipo de Pardal, e Independiente de Neuquén jugarán por la primera semifinal del Torneo Nacional de Ascenso.
“Espero que Seba (Pardal) juegue bien”, suspira Sobrecasas mientras sube al transporte de la línea Sarmiento. Los viajes en tren suelen caracterizarse por ser el escenario de grandes historias, o, en otros casos, de situaciones raras y graciosas. Esta no fue la excepción. Mientras muchos de los pasajeros miran por la ventana, un hombre ebrio de mediana edad habla por teléfono y asegura encontrarse en Moreno, cuando en realidad está en la localidad de Ciudadela del Gran Buenos Aires. “No lo miro porque me río”, explica en voz baja Pupatto.
“Hablemos de Seba, Gonzalo”, dice Sobrecasas y comienza a narrar su historia: “Un día fui con un amigo a averiguar por básquet, y había partido contra otro club. Entramos, justo venía Sebastián y lo paramos. `Nosotros queríamos saber cómo era el tema de los entrenamientos`, le dijimos. `Bueno, vengan a jugar`, nos respondió. Nos agarró de la mano y nos llevó a la cancha. No entendíamos nada, pero estuvo re bueno. Ganamos, obvio”.
El estadio está a pocas cuadras, desde la estación de Caballito no es mucha la distancia que existe. Llegan y una voz los sorprende. Es Pablo, el profesor que reemplaza a Pardal cuando él tiene entrenamiento o está de viaje y no puede dar clases. “Hola, ¿vinieron a verlo jugar a Seba?”, pregunta de entrada Pablo. Y agrega: “Yo también vine por él. Lo conocí por medio de otra persona y ahora ya somos amigos. Al principio la relación era laboral, pero ahora ya voy a comer a su casa y me quedé un par de veces a dormir”.
La noche avanza, el reloj marca las 23.10. Pupatto y Sobrecasas se emocionan y comentan sobre el buen rendimiento que Pardal muestra en el encuentro. Unas gradas más hacia arriba, el ex jugador de la selección nacional Esteban de La Fuente se saluda con el árbitro Pablo Estévez.
Al término del partido la espera en el andén de Caballito se hace eterna. A la noche no es buena la frecuencia con la que se maneja el Sarmiento. Eso genera que Pupatto comience a hablar: “Más allá del aspecto deportivo, valoro otras cosas de Sebastián. Dejó de ser sólo un profesor, y ahí me di cuenta de que es una muy buena persona”. La temperatura parece descender en cada segundo, la noche crece. A lo lejos, se ve el tren. La gente se acerca a línea amarilla que limita el andar de los futuros pasajeros con las vías. Los viejos alumnos de Pardal suben a un vagón. “Saber que el tipo que vinimos a ver hoy antes me entrenaba, me llena de orgullo”, sentencia Sobrecasas.

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