Por Juan Abraham
/// ENTREVISTA A MANUEL MUGURUZA
Terminó su carrera en Juventud Sionista de Paraná, pero su profesión lo llevó por diferentes rumbos. Desde su Entre Ríos natal, donde hoy vive, hasta su parada en Andino de La Rioja, donde compartió equipo con un debutante muy especial: Emanuel Ginóbili.
Durante la temporada 2001/2002 en Estudiantes de La Plata
En el básquet, por sobre todas las cosas, se respira un ambiente familiar. Todos se conocen con todos, en las canchas -como en un deja vú- se repiten las mismas caras y el contacto con los jugadores es algo normal: salen por el mismo lugar que la gente. Hablar con la figura del día se hace tan fácil como esperar en la puerta unos minutos después de la finalización del partido. Pero algunos tienen mejor suerte que otros. Es el caso de Manuel Muguruza, un conocido pivote del escenario nacional que recorrió el país con el básquet y tuvo la fortuna de presenciar los primeros pasos del mejor jugador de la historia argentina: Emanuel Ginóbili. "Tengo un gran recuerdo de él, más allá de lo deportivo es una gran persona", explica Muguruza, quien convivió con Manu en la pensión de Andino de La Rioja y compartió ese ambiente familiar que hoy es la envidia de muchos.
- ¿Cómo era el equipo?
- Éramos un equipo muy joven, creo que el más joven de la liga. Teníamos una gran ilusión.
- Tenían buenas expectativas...
- Sí, creo que -por lo menos en los equipos que jugué yo- nunca hubo un nivel tan bueno. Los suplentes a veces les pintábamos la cara a los titulares. Los del banco eramos Gaby Riofrío de base, Manu, Gaby Díaz, (Hernán) Pancho Jasen y yo de cinco.
- ¿Y cómo les fue?
- Hicimos una gran liga, terminamos terceros y guardo un buen recuerdo de ese equipo.
- ¿Manu influyó mucho?
- Arrancó de menor a mayor. Pero era tremendamente competitivo, al final le terminó ganando el puesto a Gustavo Oroná que era el titular.
Los elegidos para escribir las mejores páginas de la historia deportiva -casi como una ley-, tienen grandes recuerdos de su primer contacto con el profesionalismo. El 29 de septiembre de 1995 no fue la excepción. Manu debutó con la camiseta de Andino de La Rioja y la rompió.
- ¿Qué te acordás de ese día?
- Él, prácticamente, era uno de los últimos suplentes. Pero en ese partido entró y lo defendió al Pichi Campana. Fue increíble, metió como 18 puntos y ya se vio que tenía algo.
Las estadísticas marcan que el bahiense no convirtió 18 tantos, sino que sólo 9. Pero la perplejidad de Muguruza ante el juvenil, agrandó su recuerdo; una clara marca de la imagen que Manu dejó plasmada en la cancha.
- ¿Tenías buena relación con él?
- Vivíamos en la pensión, pero en pisos diferentes. Así que comíamos juntos todos los días. Siempre fue re ubicado. Tenía los pies sobre la tierra. Me acuerdo que le encantaba jugar al póquer.
- ¿Te acordás de alguna anécdota con él?
- Sí. Una vez le di una clase de manejo y tenía cagazo de que lo viera manejando Oscar Sánchez, el técnico, porque no había dicho nada y Manu tenía 18 años nada más.
- ¿Y qué pasó?
- Nos encontró y nos cagó a pedos... Ja, ja.
- ¿Pero el tenía una buena relación con Sánchez, no?
- Sí, él y Pancho se llevaban bien, todos los fines de semana iban a comer a la casa. Los demás también nos llevabamos bien.
- ¿Lo volviste a ver a Manu?
- No, ahora hace muchísimo que no lo veo. Desde que estuve en Bahía (jugó en Estudiantes).
- Ahora ya estás retirado...
- Así es, terminé mi carrera en Juventud Sionista hace unos años.
- ¿Te juntás a jugar de vez en cuándo?
- No, nunca más volví a jugar.
- ¿Y a qué te dedicás ahora?
- Volví a mi lugar. Trabajo en el campo, acá en La Paz -Entre Ríos-, y vivo con mi familia.
Ese mismo hogar que dejó para cumplir un sueño y lo llevó a ser parte de otro: el de la familia del básquet.
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