25 agosto 2007

EL ADELANTADO

Por Juan Abraham
Fue figura en el básquet y un gran dirigente del tenis. Un visionario en el juego y en las decisiones. Oscar Furlong y una historia que vale la pena contar.


Quizás nunca lo pensó. Tal vez lo determinó mediante un gran análisis previo. Lo cierto es que en la carrera de Oscar Furlong se puede encontrar y destacar un factor común: la visión de futuro. Desde sus comienzos en Gimnasia y Esgrima de Villa del Parque (GEVP) -primer hogar-, supo dejar marcado el parqué que lo vio nacer. Allí gestó el talento que lo luego lo llevó a cosechar una carrera plagada de logros, repleta de triunfos y, por sobre todas las cosas, inmensamente llena de respeto.
"Fui técnico de él en GEVP y luego en la Selección. Puedo asegurar que siempre fue un deportista destacadísimo", remarca Jorge Canavesi, el técnico del equipo argentino campeón del mundo en 1950. Pero a la hora de hablar de Furlong, Canavesi no esconde ningún elogio. Pese a la distancia en el tiempo, recuerda cada una de sus características: "Era un jugador muy táctico y un gran estratega. Buen distribuidor de juego y excelente rebotero, aunque no era demasiado alto".
Así es como, gracias a su magia, se consagró en el primer mundial de la historia del básquet, organizado en Argentina. En la final gastó el balón a más no poder. Convirtió veinte puntos y dejó rendido a sus pies a un confundido equipo norteamericano. El resultado fue 64 a 50 y el récord total del campeonato de 5-0; pero eso sólo es una muestra del increíble trabajo que desplegó el seleccionado en el torneo. "La clave fue la preparación física", explica Canavesi. Y agrega: "Furlong jugaba un básquet moderno, fue un adelantado para la época".
Luego de un gran desempeño en el básquet estadounidense -donde jugó en la universidad de Dallas-, debió volver al país por la muerte de su padre y hacerse cargo de la empresa familiar. Aquí había sido suspendido tras ser declarado profesional -en esa época todo debía ser amateur-. Por lo tanto tuvo que buscar un nuevo deporte y el tenis fue el elegido: "Jugaba desde muy chico en el Tenis Club Argentino, pero como en Gimnasia teníamos un equipo de básquet extraordinario me decidí por la naranja", contó Furlong en una entrevista de la revista Sólo Tenis. Y aunque muy pocos logran triunfar en dos deportes diferentes, Furlong lo consiguió. Fue un aceptable doblista y llegó a estar séptimo en el ranking nacional. "El básquet era su pasión, pero en el tenis fue un buen jugador, aunque en una época de un tenis de cabotaje e interno", resalta el periodista Luis Hernández.
Pero su mayor huella no la dejaría dentro de los límites de la cancha, sino que sentado en el banco. En 1966 Enrique Morea le ofreció ser capitán de la Copa Davis y él aceptó. Nadie podía imaginar que ese sería el comienzo de un gran cambio en el tenis argentino. "Le puso profesionalismo al equipo. Entrenamientos continuos, nada de mujeres, horarios de cena y de descanso. Le imprimió una mayor seriedad a la disciplina", analiza Hernández. Durante su mandato promovió nombres de la talla de Guillermo Vilas y José Luis Clerc, además de convivir con Ricardo Cano y Julián Ganzábal, entre otros.
Según dicen los expertos, Vilas respetó muchísimo a Furlong y aseguró que fue el único capitán, en serio, que tuvo en la Davis. También explican que cuando la puerta del vestuario se cerraba, Pillín -como lo llaman los amigos- daba muestras de su gran carácter y voz de mando. Lo cual se refleja en la historia, ya que fue capaz de suspender a Vilas. "Tenía un concepto muy amplio del tenis gracias a su anterior experiencia con el básquet. Sabía lo que era la presión y lo que era competir. Por eso cambió el concepto: fue el Menotti del tenis", sentencia Hernández.
Talentoso por donde se lo mire, triunfante donde se lo propuso; dejó su marca en el deporte nacional. Gracias a su virtuosismo deportivo, el Luna Park y el Tenis Club Argentino tienen algo en común con lo cual llenarse de orgullo: lo vieron jugar a Oscar Furlong.

Agradecimiento especial por la ayuda a Osvaldo Ricardo Orcasitas

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