Por Juan Abraham
Ricardo González (izquierda) es abrazado por Oscar Furlong. El club Palermo es su casa. Recorre feliz cada uno de los salones del lugar donde supo saborear las mieles de la gloria y donde todavía la siente. Allí jugaba cuando se consagró campeón del mundo en el primer Mundial de la historia del básquet, para el cual fue elegido capitán de la selección argentina. A los 82 años sigue siendo un referente histórico del club.
¿Cómo llegaste a jugar acá?
En realidad nací en Palermo, pero me mudé a la Paternal cuando era chico. Empecé a jugar en Añasco a los 8 o 9 años, pero no pudimos federarnos porque no tenían la cancha con las medidas reglamentarias. El que me enseñó a jugar me llevó a Sportivo Buenos Aires. Ahí estuve 3 años de infantil y 1 año de cadetes. Después me pasé a Gimnasia y Esgrima de Vélez Sarsfield.
Y después pasaste a Defensores de Santos Lugares, ¿no?.
Sí, fue algo muy gracioso. En Santos Lugares jugaban muchachos muy grandes y no les daban cabida a los más chicos. Fuimos a jugar contra ellos y les apostamos que el que ganaba se quedaba con la primera de Santos Lugares. ¡Ganamos! y empezamos a jugar ahí.
Luego siguió Palermo…
Sí, jugué 2 años en Defensores y después me vine acá. Fue en 1948, era el año de los Juegos Olímpicos. Me habían dicho de venir antes, pero Horacio Carry, un compañero mío, no quería porque decía que seguro no iba a ser titular. Al final vinimos los dos y él fue titular también.
Ahí se formó un gran equipo y se fueron de gira. ¿Cómo la viviste?
Organizamos un recorrido muy lindo. Nos hicimos unos conjuntos sport del club. Cuando teníamos todo preparado, hasta los pasajes, llegó una orden que decía que no podíamos viajar. Yo conocía a Fany Navarro, una actriz de la época que era amiga de Evita. Ella me dijo que la esposa del presidente iba a inaugurar un policlínico, que vaya ahí y cuando la veía pasar le hable y le cuente lo que había pasado. Nos citó a la presidencia a las 8 del día siguiente. Juan Domingo Perón nos estaba esperando, nos dio el permiso y nos prometió que si hacíamos una buena gira nos iba a invitar a París.
¿Y qué pasó?
Le ganamos a todas las selecciones, menos el primer partido a España que perdimos por 1 con una pelota que perdí yo. Pero jugamos el mismo día que llegamos.
¿En qué lugares jugaron?
En las ciudades españolas de Madrid, Barcelona, Badalona y en un pueblo cercano a Zaragoza. Después fuimos a Suiza, Francia, Yugoslavia e Italia. Ahí estuvimos en Milán, Roma y Varese, donde jugamos con su Selección.
Conociste mucho Europa, también fuiste a los Juegos Olímpicos. ¿Cómo fueron los de Londres 1948?
Llegamos y recorrimos las ciudades grandes de Inglaterra. Pero estaba toda destruida por la segunda guerra mundial. Entrenamos en una cancha de polvo de ladrillo que no tenía ni polvo. Nos fue bien. Perdimos con Estados Unidos 59 a 57, pero si les ganábamos íbamos a competir por los primeros seis puestos. Al final terminamos 15º.
¿Y Helsinki 1952?
En Finlandia fue distinto. Tendríamos que haber salido como mínimo terceros. Perdimos en semifinales y terminamos cuartos.
No está para nada mal.
Para nosotros fue brillante. Pero si ganás una medalla todo el mundo te recuerda, si salís cuarto nadie se acuerda.
¿Cómo llegaste a jugar acá?
En realidad nací en Palermo, pero me mudé a la Paternal cuando era chico. Empecé a jugar en Añasco a los 8 o 9 años, pero no pudimos federarnos porque no tenían la cancha con las medidas reglamentarias. El que me enseñó a jugar me llevó a Sportivo Buenos Aires. Ahí estuve 3 años de infantil y 1 año de cadetes. Después me pasé a Gimnasia y Esgrima de Vélez Sarsfield.
Y después pasaste a Defensores de Santos Lugares, ¿no?.
Sí, fue algo muy gracioso. En Santos Lugares jugaban muchachos muy grandes y no les daban cabida a los más chicos. Fuimos a jugar contra ellos y les apostamos que el que ganaba se quedaba con la primera de Santos Lugares. ¡Ganamos! y empezamos a jugar ahí.
Luego siguió Palermo…
Sí, jugué 2 años en Defensores y después me vine acá. Fue en 1948, era el año de los Juegos Olímpicos. Me habían dicho de venir antes, pero Horacio Carry, un compañero mío, no quería porque decía que seguro no iba a ser titular. Al final vinimos los dos y él fue titular también.
Ahí se formó un gran equipo y se fueron de gira. ¿Cómo la viviste?
Organizamos un recorrido muy lindo. Nos hicimos unos conjuntos sport del club. Cuando teníamos todo preparado, hasta los pasajes, llegó una orden que decía que no podíamos viajar. Yo conocía a Fany Navarro, una actriz de la época que era amiga de Evita. Ella me dijo que la esposa del presidente iba a inaugurar un policlínico, que vaya ahí y cuando la veía pasar le hable y le cuente lo que había pasado. Nos citó a la presidencia a las 8 del día siguiente. Juan Domingo Perón nos estaba esperando, nos dio el permiso y nos prometió que si hacíamos una buena gira nos iba a invitar a París.
¿Y qué pasó?
Le ganamos a todas las selecciones, menos el primer partido a España que perdimos por 1 con una pelota que perdí yo. Pero jugamos el mismo día que llegamos.
¿En qué lugares jugaron?
En las ciudades españolas de Madrid, Barcelona, Badalona y en un pueblo cercano a Zaragoza. Después fuimos a Suiza, Francia, Yugoslavia e Italia. Ahí estuvimos en Milán, Roma y Varese, donde jugamos con su Selección.
Conociste mucho Europa, también fuiste a los Juegos Olímpicos. ¿Cómo fueron los de Londres 1948?
Llegamos y recorrimos las ciudades grandes de Inglaterra. Pero estaba toda destruida por la segunda guerra mundial. Entrenamos en una cancha de polvo de ladrillo que no tenía ni polvo. Nos fue bien. Perdimos con Estados Unidos 59 a 57, pero si les ganábamos íbamos a competir por los primeros seis puestos. Al final terminamos 15º.
¿Y Helsinki 1952?
En Finlandia fue distinto. Tendríamos que haber salido como mínimo terceros. Perdimos en semifinales y terminamos cuartos.
No está para nada mal.
Para nosotros fue brillante. Pero si ganás una medalla todo el mundo te recuerda, si salís cuarto nadie se acuerda.
¿La muerte de Evita, cómo la vivieron en los Juegos?
Desfilamos con corbata negra. Después nos citaron y nos preguntaron por qué la habíamos usado, quién nos la había dado.
Claro, ahí se generó el tema de la prohibición, ¿no?
Sí, nos profesionalizaron a todos y antes solo se podía ser amateur. Yo creo que le hicieron un mal terrible al básquet. Suspendieron a más de 70 jugadores. Estábamos para ir a Melbourne 1956, le ganamos a Uruguay un tiempo antes y ellos en ese torneo salieron cuartos. Yo tenía 31 años, me sentía en plenitud para seguir.
No querías dejar de jugar. Ahora renuncian a la Selección solos. ¿Qué pensas de eso?
Es muy difícil el tema. Yo creo que ellos quieren jugar en la Selección. Algunos tienen que decir que no porque el equipo los presiona.
Walter Herrmann dejó porque quería descansar…
Pero imaginate que ellos no hacen más que eso. Es su profesión, hay mucho en juego.
¿Cómo ves a la Selección para el Preolímpico de Las Vegas?
Está para ser campeón. Salir primero, segundo o tercero, es lo mismo. Un partido no hace la diferencia. Hay muchos jugadores de primera línea.
¿Estuviste viendo las finales de la Liga Nacional?
Sí, vi a Boca. Pero cambiaba al partido de Cleveland con Detroit. Jugó bien Boca. Bah, bien. Esos partidos nunca salen muy bien, son de mucho roce.
¿Qué te pareció la serie?
Podía haberlo ganado cualquiera. Boca tiene dos o tres jugadores buenos. Martín Leiva jugó muy bien. Leonardo Gutiérrez me gustó, aparte el partido anterior también estuvo muy bien.
¿Qué diferencias encontrás entre la final actual y una de Parque – Palermo?
Yo siempre digo que diferencias no hay muchas en la parte táctica. Cambió en la velocidad con la que se juega. Los 24 segundos antes no estaban, la tenías los últimos 3 minutos y no pasaba nada. Igual Palermo era un equipo goleador. Argentina también.
¿Qué importancia tenías en la Selección?
Es difícil hablar de uno…
Pero ya pasaron cincuenta años…
Es cierto. Teníamos una base sólida: Oscar Furlong, Leopoldo Contarbio y yo éramos los líderes.
Si Furlong fue tan importante, ¿por qué te eligieron a vos como capitán?
Me votaron mis compañeros. Yo era más sociable con el grupo. Es importante que alguien que esté pegado al entrenador tenga buena relación con sus compañeros.
Esa amistad que se formó en el equipo argentino de 1950 todavía sigue vigente. Se juntan los miércoles en una cena a la que asisten sólo algunos privilegiados y en la que no se admiten mujeres. Ahí González debate sobre la actualidad del país y recuerda la época en la que forjó su protagonismo deportivo, aquella que lo hizo ser un referente del básquet nacional.
3 comentarios:
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